Un tiempo y un espacio dedicado a la mirada interior, diseñado para facilitar experiencias que promueven el autodescubrimiento y la autoestima. La metodología es eminentemente vivencial, ya que “aprendemos cuando experimentamos” y, posteriormente, elaboramos e incorporamos los conceptos.
Se trabaja en el marco del encuentro grupal, en un clima de confianza mutua que facilita la auto-aceptación y el aprendizaje de nuevos recursos, dirigidos a lograr el desarrollo de la excelencia a nivel personal, en las relaciones y en el ámbito profesional.
Se trabaja en el marco del encuentro grupal, en un clima de confianza mutua que facilita la auto-aceptación y el aprendizaje de nuevos recursos, dirigidos a lograr el desarrollo de la excelencia a nivel personal, en las relaciones y en el ámbito profesional.
El curso es una excelente manera de facilitar el autoconocimiento y aumentar la autoestima. Realizarás un viaje interior que te permitirá relacionarte mejor contigo mismo, identificando y cambiando tus pensamientos y creencias limitadoras. Te permitirá escuchar los mensajes de tu cuerpo, conocer y amar a tu niño interior e incorporar en el día a día las herramientas necesarias para experimentar maravillosos cambios en tu vida.
Profundizando en el perdón y el amor incondicional, podrás liberarte de la culpa y el resentimiento para crear tu vida con amor, alegría y bienestar.
Objetivos
- Lo más importante: ayudarnos a fortalecer nuestra autoestima
- Aprender a convertirnos en observadores de nuestros pensamientos y comportamientos para poder modificar aquellos patrones que nos limitan y sustituirlos por pensamientos y actitudes positivas y constructivas.
- Aprender a realizar los cambios de forma amorosa: con respeto y apoyo hacia nosotros y los demás.
- Aprender a crearnos la vida que deseamos a todos los niveles: salud, relaciones, profesional, creativo y económico.
¿A quién va dirigido los talleres?
A toda persona interesada en abrirse a un proceso de autoconocimiento y de transformación personal, tanto en lo que se refiere a los aspectos mentales (pensamiento y actitudes) como los emocionales, de relación con el cuerpo y con los demás. En los cursos trabajamos el desarrollo del la consciencia, “el darse cuenta”, con diversas técnicas de auto-indagación, y los procesos de cambio y transformación con un conjunto de técnicas y procedimientos, partiendo del enfoque de que somos un todo inter-relacionado: cuerpo-mente-emociones y esencia.
¿Cómo me pueden ayudar los cursos?
Los cursos te enseñarán nuevas formas de relacionarte contigo misma, desde la autovaloración y el respeto. Te aportarán nuevas herramientas y técnicas para que comiences a diseñar tu vida desde tus propias elecciones.
Te ayudarán a fortalecer tu autoestima, creando nuevas formas de pensar y actuar.
Te aportarán herramientas prácticas que podrás incorporar a tu vida de forma sencilla y que si eres constante verás los resultados rápidamente.
Te ayudarán a fortalecer tu autoestima, creando nuevas formas de pensar y actuar.
Te aportarán herramientas prácticas que podrás incorporar a tu vida de forma sencilla y que si eres constante verás los resultados rápidamente.
Talleres
Los talleres nos ayudan a revelar las causas principales que a nivel inconsciente nos mantienen atados al pasado, repitiendo una y otra vez los mismos errores, los mismos patrones, sin saber cómo salir del círculo en que nos encontramos. La vida no es lo que nos ocurre, sino lo que hacemos con lo que nos ha sucedido o sucede.
Aprenderemos técnicas prácticas que nos ayudarán a sustituir las creencias limitadoras por actitudes y comportamientos que nos apoyen en nuestras vidas. Obtendremos las herramientas necesarias para crear lo que deseamos en todos los aspectos: relaciones, salud, profesional, creativo y económico.
Estructura de los talleres
La mayoría de los talleres intensivos y tienen una duración de 4 horas.
El Cursos de Estudio se divide en un taller semanal (dos horas y media) durante 12 semanas. Se trabaja con el libro: “Usted Puede Sanar su Vida”.
“Ámate y Cambiarás Tu vida”
Louise Hay
Louise Hay
Cuando aprendemos a amarnos totalmente, la vida nos funciona en todos los aspectos.
Basado en el best-seller de Louise L. Hay "Usted puede sanar su vida", (Editorial Urano), este curso te aporta los pilares fundamentales para comenzar a construirte una Autoestima Sólida.
Descubrirás cuáles son las creencias que te han limitado hasta ahora en los diferentes aspectos de tu vida. A lo largo del curso aprenderás nuevas pautas que te ayudarán a lograr lo que quieres.
Descubrirás cuáles son las creencias que te han limitado hasta ahora en los diferentes aspectos de tu vida. A lo largo del curso aprenderás nuevas pautas que te ayudarán a lograr lo que quieres.
Aprenderás a:
- Tomar tu Poder/Liberarte de los Deberías/Realizar cambios desde la elección personal
- Crear Afirmaciones Positivas desde la Aceptación y el Amor
- Conectar con tu Niño Interior
- El Poder de las Emociones/Las adicciones
- El trabajo con el Perdón/ El Merecimiento
- Sanar tus Relaciones: personales/familiares/laborales
- Desarrollar tu potencial a nivel de: Trabajo/Éxito/Prosperidad
- Conectar con tu Cuerpo. Tu relación con la comida, con el ejercicio
¡Emprenderás un viaje fascinante de 12 semanas hacia ti mismo!
Cuando las circunstancias que te rodean, no te satisfacen, puedes aprovechar la oportunidad que te brinda la vida para cambiarlas y crearte lo que verdaderamente deseas, desde una perspectiva positiva y enriquecedora.
Cuando las circunstancias que te rodean, no te satisfacen, puedes aprovechar la oportunidad que te brinda la vida para cambiarlas y crearte lo que verdaderamente deseas, desde una perspectiva positiva y enriquecedora.
¡El Poder está siempre Dentro de Ti!
Si te preguntas habitualmente:
- ¿por qué no me funciona mi vida?
- ¿por qué no soy feliz?
- ¿por qué sigo en este trabajo que no me gusta? ¿en una relación que no me satisface?
- ¿por qué atraigo siempre las mismas situaciones, personas o conflictos a mi vida?
- ¿por qué sufro de tantas molestias, enfermedades, insomnio…?
¡Es el momento de pasar a la acción y tomar el control de tu vida!
Cuando echas balones fuera, estás menospreciando tu propio poder personal. Cuando elijes tomar el control de tu vida, y hacerte responsable de tu propia felicidad, salud y bienestar, podrás crearte una vida maravillosa que refleje el amor que sientes por ti y por los demás ¡Estarás contribuyendo a crear un mundo feliz!
La vida es una empresa creativa
Ahora puedes elegir pintar el cuadro de tu vida con bellas y hermosas pinceladas.
Ahora puedes elegir pintar el cuadro de tu vida con bellas y hermosas pinceladas.
Este Curso de Estudio te brinda la oportunidad de diseñar tu vida desde tus propios parámetros, desde tus propias elecciones, apostando por tus sueños.
- Conectar con nuestro Niño Interior: La mayoría de nuestro sistema de creencias y heridas vienen de la infancia. Cuando hemos sentido carencias afectivas y sufrido críticas, la parte del niño herido aparece en nuestra vida y nos sabotea: la autoestima, nuestras relaciones y nuestra capacidad innata de ser feliz.
- Autoestima: Si nuestra sensación de valía y auto-respeto ha sufrido a lo largo de nuestra infancia, continuaremos creándonos situaciones en nuestra vida, que reflejen “lo que creemos de nosotros mismos”.
- Relaciones: Todas nuestras relaciones tanto familiares, laborales como personales, son el espejo que guían nuestra evolución. La necesidad de aprobación que buscamos en los demás nos mantiene atados al mundo exterior, convirtiéndonos en esclavos del otro y de sus demandas..
- Nuestros Pensamientos crean Nuestra Vida: El mundo es un teatro, donde están representados todos los personajes que reflejan nuestras creencias internas. Nuestros pensamientos son creativos. Si queremos crearnos una vida feliz, necesitamos evaluar lo que pensamos en cada aspecto de nuestra vida para poder reprogramar nuevos pensamientos que nos apoyen en lo que deseamos crear: amor, prosperidad, abundancia, salud y paz interior, bienestar…
Aprenderás:
- Herramientas y técnicas prácticas
- Elegir Pensamientos Positivos
- Hablarte y tratarte con respeto
- Valorar quién eres
- Potenciar tus recursos internos
- Desarrollar tu Fuerza Interior
- Creer y Confiar en Ti
- Comprometerte contigo mismo y Permitirte “Ser Auténtico”
- Expresar lo que sientes de forma positiva
- Respetar a los demás, igual que te respetas a ti
¡Amarte y Valorarte tal y como eres aquí y ahora!
El trabajo del curso está creado para desarrollar la capacidad evaluativa de cada alumno, para ayudarle a sacar sus propias conclusiones, a pensar por sí mismos, a establecer sus propias reglas del “Juego de la Vida”, independientemente de la opinión de los demás.
El curso aporta las herramientas necesarias para que el alumno pueda emplear lo aprendido de forma práctica e inmediata, continuando después del curso con el trabajo por su cuenta.
Curso Tú puedes sanar tu vida: 12 talleres de dos horas y media de duración cada uno, una vez a la semana.
Facebook: anabelgn@hotmail.es
Facebook: anabelgn@hotmail.es
Filosofía Louise L. Hay
"El Amor es la fuerza de sanación más poderosa que existe" (Louise L. Hay)
Para Louise Hay el amor hacia nosotros mismos produce milagros. Lo que creemos sobre nosotros mismos forma nuestra realidad. Nuestros pensamientos son creativos y podemos crearnos una realidad maravillosa o una horrible de acuerdo a nuestras creencias.
Pero el poder está siempre en el presente y el presente se puede cambiar. La clave para obtener resultados positivos en nuestras vidas está en aprobarnos a nosotros mismos tal y como somos en el aquí y el ahora. Incondicionalmente, sin esperar a encontrar el trabajo perfecto, la pareja perfecta o perder peso. La clave de cualquier cambio en nuestro camino de autosanación es el amor incondicional hacia nosotros.
Para ello es necesario soltar el pasado y perdonar a todos incluidos a nosotros mismos. Perdonar abre la puerta al amor.
Muchas veces no obtenemos los resultados que deseamos porque creemos que no nos lo merecemos. Muchos venimos de familias disfuncionales y crecemos creyendo que existe algo que no funciona en nosotros por los mensajes que recibimos de nuestros padres. Cuando nos convertimos en adultos tenemos la tendencia a repetir las mismas pautas que vivimos en nuestro hogar o a tratarnos de la misma forma que nos trataron nuestros padres, profesores, educadores etc... y continuamos con las criticas y el menosprecio hacia nosotros mismos. Dejándonos finalmente sintiéndonos abrumados por el peso de nuestras vidas.
La palabra «incurable», que tanto atemoriza a muchas personas, en realidad sólo significa que ese trastorno en particular no se puede curar por métodos «externos» y que para efectuar la curación debemos «entrar dentro». El trastorno se originó de la nada y a la nada volverá.
Todo lo demás son tonterías aprendidas y se pueden desaprender.
Cuántas veces hemos dicho: «Yo soy así», o «Las cosas son así». Lo que en realidad queremos decir es que eso es «lo que creemos que es verdad para nosotros». Por lo general, lo que creemos es únicamente la opinión de otra persona que hemos aceptado e incorporado a nuestro propio sistema de creencias. Algo que encaja con las otras cosas que creemos. Si cuando éramos niños se nos enseñó que el mundo es un lugar temible, aceptaremos como cierto todo lo que encaje con esa creencia. «No te fíes de los desconocidos», «No salgas por la noche», «La gente te engaña», etc. Por otra parte, si en los primeros años de nuestra vida se nos enseñó que el mundo es un lugar seguro y alegre, entonces creeremos otras cosas. «El amor está en todas artes» «La gente es amable» «Me llega el dinero con facilidad», etc. La vida refleja nuestras creencias.
Cuántas veces hemos dicho: «Yo soy así», o «Las cosas son así». Lo que en realidad queremos decir es que eso es «lo que creemos que es verdad para nosotros». Por lo general, lo que creemos es únicamente la opinión de otra persona que hemos aceptado e incorporado a nuestro propio sistema de creencias. Algo que encaja con las otras cosas que creemos. Si cuando éramos niños se nos enseñó que el mundo es un lugar temible, aceptaremos como cierto todo lo que encaje con esa creencia. «No te fíes de los desconocidos», «No salgas por la noche», «La gente te engaña», etc. Por otra parte, si en los primeros años de nuestra vida se nos enseñó que el mundo es un lugar seguro y alegre, entonces creeremos otras cosas. «El amor está en todas artes» «La gente es amable» «Me llega el dinero con facilidad», etc. La vida refleja nuestras creencias.
"por muy horrible que parezca la situación, si se está dispuesto a realizar el trabajo de liberar y perdonar, se puede curar prácticamente cualquier cosa."
Los pensamientos que elegimos pensar son los instrumentos
que empleamos para pintar el lienzo de nuestra vida
que empleamos para pintar el lienzo de nuestra vida
Recuerdo la primera vez que escuché que yo podía cambiar mi vida si estaba dispuesta a cambiar mis pensamientos. Me pareció una idea totalmente revolucionaria. En esa época yo vivía en Nueva York y descubrí la Iglesia de la Ciencia Religiosa. (A menudo se confunde la Iglesia de la Ciencia Religiosa, o Ciencia de la Mente, fundada por Ernest Holmes, con la Iglesia de la ciencia Cristiana, fundada por Mary Baker Eddy. Ambas reflejan un «nuevo pensamiento», pero son filosofías distintas.)
La Ciencia de la Mente tiene pastores y miembros activos que siguen las enseñanzas de la Iglesia de la Ciencia Religiosa. Ellos fueron las primeras personas que me dijeron que mis pensamientos determinaban mi futuro. Aun cuando no entendí lo que querían decir, este concepto tocó lo que yo llamo la «campanilla interior», ese lugar de intuición que solemos llamar la «voz de dentro». Con los años he aprendido a seguirla, porque cuando esa campanilla suena diciendo «sí», aun en el caso de que parezca una decisión loca, sé que para mí es la correcta.
Así pues, esos conceptos pulsaron una cuerda en mí. Algo me dijo: «Sí, son correctos». Entonces comencé la aventura de aprender la forma de cambiar mis pensamientos. Una vez acepté la idea y dije «sí», comencé a aprender los cómos. Leí muchísimos libros, mi casa empezó a parecerse a las de algunos de nosotros, atestada de libros espirituales y de autoayuda. Durante muchos años asistí a clases; investigué todo lo relacionado con el tema. Literalmente me sumergí en la filosofía del «nuevo pensamiento». Era la primera vez en mi vida que estudiaba. Hasta entonces no había creído en nada.
Mi madre era católica no practicante, y mi padrastro, ateo. No sé por qué tenía la extraña idea de que los cristianos o bien usaban cilicios o eran comidos por los leones, y ninguna de las dos cosas me entusiasmaba en lo más mínimo.
En realidad me dediqué a ahondar en la Ciencia de la Mente porque era el camino que se abría ante mí en esos momentos, y la encontré francamente maravillosa. Al principio me pareció más bien fácil. Capté algunos pocos conceptos y empecé a pensar y a hablar de forma un poquitín diferente.
En aquel tiempo yo era muy quejica, era toda autocompasión. Sencillamente me encantaba revolcarme en la depresión. No sabía que así iba perpetuando constantemente experiencias que me permitieran continuar compadeciéndome. Pero claro, en ese tiempo yo no conocía nada mejor. Poco a poco fui descubriendo que ya no me quejaba tanto.
Comencé a escuchar lo que decía. Me di cuenta de que era muy crítica conmigo misma y traté de dejar de serlo. Me dediqué a balbucear afirmaciones sin saber muy bien lo que querían decir. Comencé con las fáciles, por supuesto, y empecé a notar ciertos cambios: lograba tener luz verde en los semáforos y encontraba sitios para aparcar, y esto me pareció Sabuloso. Poco tiempo después ya pensaba que lo sabía todo, y me comportaba de forma engreída, arrogante y dogmática. Creía saber todas las respuestas. Ahora, al mirar hacia atrás, pienso que ésa era mi manera de sentirme segura en este nuevo camino.
Suele dar miedo alejarse de las viejas y rígidas creencias, sobre todo si se ha estado totalmente controlado. Para mí era bastante espantoso, por lo cual me aferraba a cualquier cosa que me diera un poco de seguridad. Era un comienzo, todavía me quedaba mucho camino por recorrer. Y aún me queda.
Como suele pasarnos a todos, no siempre encontraba la senda cómoda y llana, porque a veces no daba resultado balbucear afirmaciones, cosa que no podía entender. Me preguntaba: «¿Qué es lo que hago mal?». Inmediatamente me culpaba. ¿Sería eso otra demostración de que yo no valía para nada? En ese tiempo ésa era una de mis creencias predilectas.
Por esa época mi maestro Eric Pace solía mirarme y hablar del concepto de «rencor». Yo no tenía la menor idea de qué me estaba hablando. ¿Rencor, yo? Vamos, seguro que no sentía ningún rencor. Después de todo me encontraba en mi camino, era perfecta espiritualmente. ¡Qué poco me conocía entonces!
La Ciencia de la Mente tiene pastores y miembros activos que siguen las enseñanzas de la Iglesia de la Ciencia Religiosa. Ellos fueron las primeras personas que me dijeron que mis pensamientos determinaban mi futuro. Aun cuando no entendí lo que querían decir, este concepto tocó lo que yo llamo la «campanilla interior», ese lugar de intuición que solemos llamar la «voz de dentro». Con los años he aprendido a seguirla, porque cuando esa campanilla suena diciendo «sí», aun en el caso de que parezca una decisión loca, sé que para mí es la correcta.
Así pues, esos conceptos pulsaron una cuerda en mí. Algo me dijo: «Sí, son correctos». Entonces comencé la aventura de aprender la forma de cambiar mis pensamientos. Una vez acepté la idea y dije «sí», comencé a aprender los cómos. Leí muchísimos libros, mi casa empezó a parecerse a las de algunos de nosotros, atestada de libros espirituales y de autoayuda. Durante muchos años asistí a clases; investigué todo lo relacionado con el tema. Literalmente me sumergí en la filosofía del «nuevo pensamiento». Era la primera vez en mi vida que estudiaba. Hasta entonces no había creído en nada.
Mi madre era católica no practicante, y mi padrastro, ateo. No sé por qué tenía la extraña idea de que los cristianos o bien usaban cilicios o eran comidos por los leones, y ninguna de las dos cosas me entusiasmaba en lo más mínimo.
En realidad me dediqué a ahondar en la Ciencia de la Mente porque era el camino que se abría ante mí en esos momentos, y la encontré francamente maravillosa. Al principio me pareció más bien fácil. Capté algunos pocos conceptos y empecé a pensar y a hablar de forma un poquitín diferente.
En aquel tiempo yo era muy quejica, era toda autocompasión. Sencillamente me encantaba revolcarme en la depresión. No sabía que así iba perpetuando constantemente experiencias que me permitieran continuar compadeciéndome. Pero claro, en ese tiempo yo no conocía nada mejor. Poco a poco fui descubriendo que ya no me quejaba tanto.
Comencé a escuchar lo que decía. Me di cuenta de que era muy crítica conmigo misma y traté de dejar de serlo. Me dediqué a balbucear afirmaciones sin saber muy bien lo que querían decir. Comencé con las fáciles, por supuesto, y empecé a notar ciertos cambios: lograba tener luz verde en los semáforos y encontraba sitios para aparcar, y esto me pareció Sabuloso. Poco tiempo después ya pensaba que lo sabía todo, y me comportaba de forma engreída, arrogante y dogmática. Creía saber todas las respuestas. Ahora, al mirar hacia atrás, pienso que ésa era mi manera de sentirme segura en este nuevo camino.
Suele dar miedo alejarse de las viejas y rígidas creencias, sobre todo si se ha estado totalmente controlado. Para mí era bastante espantoso, por lo cual me aferraba a cualquier cosa que me diera un poco de seguridad. Era un comienzo, todavía me quedaba mucho camino por recorrer. Y aún me queda.
Como suele pasarnos a todos, no siempre encontraba la senda cómoda y llana, porque a veces no daba resultado balbucear afirmaciones, cosa que no podía entender. Me preguntaba: «¿Qué es lo que hago mal?». Inmediatamente me culpaba. ¿Sería eso otra demostración de que yo no valía para nada? En ese tiempo ésa era una de mis creencias predilectas.
Por esa época mi maestro Eric Pace solía mirarme y hablar del concepto de «rencor». Yo no tenía la menor idea de qué me estaba hablando. ¿Rencor, yo? Vamos, seguro que no sentía ningún rencor. Después de todo me encontraba en mi camino, era perfecta espiritualmente. ¡Qué poco me conocía entonces!
Continué haciéndolo todo lo mejor posible. Estudiaba metafísica y espiritualidad y aprendía a conocerme tanto como podía. Captaba todo lo que me era posible, y a veces lo ponía en práctica. Suele suceder que escuchamos muchísimas cosas, a veces las comprendemos, pero no siempre las practicamos. Me parecía que el tiempo transcurría demasiado deprisa y a esas alturas yo ya llevaba tres años estudiando la Ciencia de la Mente: ya era miembro activo de la Iglesia Comencé a enseñar su filosofía, pero no lograba explicarme por qué mis alumnos parecían confusos. No entendía por qué seguían estancados en sus problemas. Yo les daba tantos buenos consejos... ¿Por qué no los aprovechaban? Nunca me pasó por la mente pensar que yo hablaba mucho de la verdad, pero la vivía muy poco. Era como un padre que le dice a su hijo lo que tiene que hacer mientras él hace exactamente lo contrario.
Entonces un día, de forma totalmente inesperada, me diagnosticaron un cáncer de vagina. Mi primera reacción fue de terror. Después tuve mis dudas sobre si todo lo que estaba aprendiendo tenía algún valor. Fue una reacción normal y natural. Pensé: «Si estuviera tranquila y centrada, no tendría por qué haber creado la enfermedad». Ahora pienso que en el momento en que me diagnosticaron el cáncer me sentía lo suficientemente segura para dejarlo aflorar a la superficie y no hacer de él otro secreto oculto que no sabría hasta la hora de mi muerte.
Por entonces yo ya sabía demasiado como para seguir ocultándome de mí misma. Sabía que el cáncer es un malestar provocado por el resentimiento, un resentimiento que se lleva dentro tanto tiempo que acaba por carcomer el cuerpo. Guando reprimimos las emociones en nuestro interior, éstas tienen que concentrarse en algún lugar del cuerpo. Si nos pasamos la vida enterrando cosas, finalmente se manifestarán en una parte u otra de nuestro cuerpo.
Tomé conciencia de que el rencor (al que mi profesor se había referido tantas veces) que llevaba dentro tenía que ver con haber sido maltratada física, emocional y sexualmente cuando era niña. Evidentemente, albergaba resentimiento. Estaba amargada, y era implacable con el pasado. Jamás había hecho ningún ejercicio para cambiar o para liberar la amargura y dejarla atrás. Cuando me marché de casa, eso era todo lo que pude hacer para olvidar lo que me había sucedido; creía haberlo dejado atrás cuando en realidad sencillamente lo había enterrado.
Cuando encontré mi senda metafísica, cubrí mis sentimientos con un precioso barniz de espiritualidad y escondí muchísima basura dentro de mí. Me rodeé de un muro que literalmente me impedía comunicarme con mis propios sentimientos. No sabía quién era ni dónde estaba. Después del diagnóstico, comenzó el verdadero trabajo de aprender a conocerme. Gracias a Dios, tenía instrumentos. Sabía que para conseguir cambios permanentes necesitaba entrar en mi interior. Sí, el médico me operaría y posiblemente me curaría por el momento, pero si yo no cambiaba la forma en que usaba mis pensamientos y palabras, sin duda alguna volvería a crearme la enfermedad. Siempre me ha interesado saber en qué lugar del cuerpo colocamos nuestros cánceres, en qué lado del cuerpo están nuestros tumores, el izquierdo o el derecho. El derecho es el lado masculino,
de donde damos. El izquierdo es el lado femenino, la parte receptiva, de donde recibimos. Casi siempre en mi vida, cuando algo ha ido mal en mi cuerpo, siempre se trataba del lado derecho. Allí era donde acumulaba todo el rencor que sentía hacia mi padrastro.
Entonces un día, de forma totalmente inesperada, me diagnosticaron un cáncer de vagina. Mi primera reacción fue de terror. Después tuve mis dudas sobre si todo lo que estaba aprendiendo tenía algún valor. Fue una reacción normal y natural. Pensé: «Si estuviera tranquila y centrada, no tendría por qué haber creado la enfermedad». Ahora pienso que en el momento en que me diagnosticaron el cáncer me sentía lo suficientemente segura para dejarlo aflorar a la superficie y no hacer de él otro secreto oculto que no sabría hasta la hora de mi muerte.
Por entonces yo ya sabía demasiado como para seguir ocultándome de mí misma. Sabía que el cáncer es un malestar provocado por el resentimiento, un resentimiento que se lleva dentro tanto tiempo que acaba por carcomer el cuerpo. Guando reprimimos las emociones en nuestro interior, éstas tienen que concentrarse en algún lugar del cuerpo. Si nos pasamos la vida enterrando cosas, finalmente se manifestarán en una parte u otra de nuestro cuerpo.
Tomé conciencia de que el rencor (al que mi profesor se había referido tantas veces) que llevaba dentro tenía que ver con haber sido maltratada física, emocional y sexualmente cuando era niña. Evidentemente, albergaba resentimiento. Estaba amargada, y era implacable con el pasado. Jamás había hecho ningún ejercicio para cambiar o para liberar la amargura y dejarla atrás. Cuando me marché de casa, eso era todo lo que pude hacer para olvidar lo que me había sucedido; creía haberlo dejado atrás cuando en realidad sencillamente lo había enterrado.
Cuando encontré mi senda metafísica, cubrí mis sentimientos con un precioso barniz de espiritualidad y escondí muchísima basura dentro de mí. Me rodeé de un muro que literalmente me impedía comunicarme con mis propios sentimientos. No sabía quién era ni dónde estaba. Después del diagnóstico, comenzó el verdadero trabajo de aprender a conocerme. Gracias a Dios, tenía instrumentos. Sabía que para conseguir cambios permanentes necesitaba entrar en mi interior. Sí, el médico me operaría y posiblemente me curaría por el momento, pero si yo no cambiaba la forma en que usaba mis pensamientos y palabras, sin duda alguna volvería a crearme la enfermedad. Siempre me ha interesado saber en qué lugar del cuerpo colocamos nuestros cánceres, en qué lado del cuerpo están nuestros tumores, el izquierdo o el derecho. El derecho es el lado masculino,
de donde damos. El izquierdo es el lado femenino, la parte receptiva, de donde recibimos. Casi siempre en mi vida, cuando algo ha ido mal en mi cuerpo, siempre se trataba del lado derecho. Allí era donde acumulaba todo el rencor que sentía hacia mi padrastro.
Ya no me satisfacían las luces verdes de los semáforos ni los sitios para aparcar. Sabía que tenía que cavar mucho, mucho más hondo. Comprendí que en realidad no hacía todos los progresos que deseaba porque no había limpiado esa vieja basura de la niñez, y que no vivía realmente lo que enseñaba. Tenía que reconocer a mi niña interior y trabajar con ella. Mi niña interior necesitaba ayuda porque aún estaba sufriendo mucho.
Rápidamente comencé un programa de autocuración que me tomé muy en serio. Me concentré absolutamente en mí y me despreocupé de todo lo demás. Mi finalidad era ponerme bien, y me entregué a ello en cuerpo y alma. Algunas de las tareas eran bastante extrañas, pero las hacía.
Después de todo se trataba de mi vida. Durante los seis meses siguientes esto fue un trabajo de 24 horas al día. Comencé a leer y estudiar todo lo que pude encontrar sobre formas alternativas de curar el cáncer porque de verdad creía que se podía hacer. Seguí un régimen de limpieza que purificara mi cuerpo de toda la porquería que había comido durante años. Me parecía que sólo vivía de brotes y puré de espárragos. Claro que comía otras cosas, pero eso es lo que más recuerdo.
Con mi terapeuta y profesor de la Ciencia de la Mente, Eric Pace, trabajé para limpiar mis pautas mentales con el fin de que el cáncer no se reprodujera. Hacía afirmaciones y visualizaciones, y seguí tratamientos espirituales para la mente. También trabajaba diariamente con el espejo. Lo que me resultaba más difícil de decir eran las palabras: «Te amo, de verdad te amo». Me costó muchísimas lágrimas y muchos ejercicios de respiración lograrlo. Cuando lo conseguí, fue como si hubiera dado un salto cuántico. Acudí a un buen psicoterapeuta especialista en ayudar a la gente a liberar la rabia.
Durante esa época, me pasaba buenos ratos golpeando cojines y chillando. Fue maravilloso. Me parecía tan fabuloso porque jamás, jamás había tenido permiso para hacer eso en toda mi vida. No sé muy bien qué método dio resultado; tal vez un poquito de cada uno. Por encima de todo fui verdaderamente consecuente con lo que hacía. Practicaba durante todas mis horas de vigilia. Antes de dormirme me daba las gracias por todo lo que había hecho durante el día. Hacía la afirmación de que mi proceso de curación se realizaba en mi cuerpo mientras dormía y que a la mañana siguiente despertaría sintiéndome bien, renovada y con nuevas energías. Cuando me despertaba por la mañana, agradecía a mi cuerpo el trabajo realizado durante la noche. Afirmaba que estaba dispuesta a crecer y aprender cada día y a hacer cambios sin considerarme una mala persona.
También trabajé para comprender y perdonar. Una de las formas de hacerlo fue averiguar todo lo posible sobre la infancia de mis padres. Empecé a comprender que en realidad no podrían haber hecho de manera diferente nada de lo que hicieron debido a la forma en que fueron criados. A mi padrastro lo maltrataron en su hogar, y él hizo lo mismo con sus hijos. Mi madre fue educada en la creencia de que el hombre siempre tiene razón y la mujer debe estar a su lado y dejar que haga lo que quiera. Nadie les enseñó una forma diferente de vivir. Ése era su estilo de vida. Paso a paso, mi creciente comprensión me capacitó para comenzar el proceso del perdón.
Cuanto más perdonaba a mis padres, más dispuesta me sentía a perdonarme a mí misma.
Perdonarnos a nosotros mismos es tremendamente importante. Muchos hacemos a nuestro niño interior el mismo daño que nos hicieron nuestros padres. Sencillamente continuamos maltratándolo, y eso es muy triste. Cuando éramos niños y otras personas nos maltrataban, no teníamos muchas opciones, pero es terrible que de mayores seamos nosotros quienes maltratemos a nuestro niño interior.
A medida que me perdonaba, comencé a confiar en mí misma. Descubrí que cuando no confiamos en la vida o en los demás, lo que en realidad pasa es que no confiamos en nosotros mismos. No confiamos en nuestro Yo Superior para que cuide de nosotros en todas las situaciones, y por eso decimos: «Nunca volveré a enamorarme porque no quiero sufrir», o «Nunca permitiré que esto vuelva a suceder». Lo que realmente estamos diciéndonos es: «No confío en ti lo suficiente para dejar que cuides de mí, de modo que me voy a mantener lejos de todo».
Finalmente comencé a confiar en mí misma lo suficiente para cuidar de mí, y entonces se me fue haciendo cada vez más fácil amarme. Mi cuerpo estaba sanando y mi corazón también. Mi crecimiento espiritual me llegó de esa manera tan inesperada. Como premio añadido, comencé a parecer más joven. Los clientes que atraía eran casi todos personas dispuestas a trabajar en ellos mismos. Progresaban enormemente casi sin que yo les dijera nada. Percibían y sentían que yo vivía los conceptos que enseñaba, y les resultaba fácil aceptar estas ideas. Entonces, por supuesto, conseguían buenos resultados. Comenzaron a mejorar la calidad de su vida. Una vez que empezamos a estar en paz con nosotros mismos interiormente, la vida parece transcurrir de modo mucho más agradable.
Así pues, ¿qué me enseñó a mí esta experiencia? Comprendí que tenía el poder de cambiar mi vida si estaba dispuesta a cambiar mis pensamientos y a dejar marchar los hábitos que me retenían en el pasado. Esta experiencia me aportó el conocimiento interior de que si realmente estamos dispuestos a trabajar, podemos hacer cambios increíbles en nuestra mente, en nuestro cuerpo y en nuestra vida.
Estés donde estés, suceda lo que suceda, hagas lo que hagas, siempre lo harás todo lo mejor que puedas con el entendimiento, el conocimiento y la información que tengas en cada momento. Y cuando sepas más, harás las cosas de otra manera, como hice yo. No te regañes por estar donde estás. No te culpes por no hacer algo más rápido o mejor. Di: «Lo hago lo mejor que puedo, y aunque ahora esté metido en un lío, de alguna forma saldré de él, de modo que a buscar la mejor manera de hacerlo». Si lo único que haces es decirte que eres un estúpido y que no vales nada, entonces te quedarás estancado. Para llevar a cabo los cambios que deseas hacer, necesitas tu propio y amoroso aliento.
Los métodos que yo empleo no son míos. La mayor parte de ellos los aprendí de la Ciencia de la Mente, que es lo que fundamentalmente enseño. Sin embargo, estos principios son tan viejos como el tiempo. En las antiguas enseñanzas espirituales, encontrarás los mismos mensajes. He recibido la preparación necesaria para ser ministro de la Iglesia de la Ciencia Religiosa; sin embargo, no tengo iglesia. Soy un espíritu libre. Doy mis enseñanzas en lenguaje muy sencillo para que lleguen a mucha gente. Esta senda es una manera maravillosa de organizar la cabeza y de comprender verdaderamente de qué va la vida, y cómo se puede usar la mente para responsabilizarse de la propia vida.
Rápidamente comencé un programa de autocuración que me tomé muy en serio. Me concentré absolutamente en mí y me despreocupé de todo lo demás. Mi finalidad era ponerme bien, y me entregué a ello en cuerpo y alma. Algunas de las tareas eran bastante extrañas, pero las hacía.
Después de todo se trataba de mi vida. Durante los seis meses siguientes esto fue un trabajo de 24 horas al día. Comencé a leer y estudiar todo lo que pude encontrar sobre formas alternativas de curar el cáncer porque de verdad creía que se podía hacer. Seguí un régimen de limpieza que purificara mi cuerpo de toda la porquería que había comido durante años. Me parecía que sólo vivía de brotes y puré de espárragos. Claro que comía otras cosas, pero eso es lo que más recuerdo.
Con mi terapeuta y profesor de la Ciencia de la Mente, Eric Pace, trabajé para limpiar mis pautas mentales con el fin de que el cáncer no se reprodujera. Hacía afirmaciones y visualizaciones, y seguí tratamientos espirituales para la mente. También trabajaba diariamente con el espejo. Lo que me resultaba más difícil de decir eran las palabras: «Te amo, de verdad te amo». Me costó muchísimas lágrimas y muchos ejercicios de respiración lograrlo. Cuando lo conseguí, fue como si hubiera dado un salto cuántico. Acudí a un buen psicoterapeuta especialista en ayudar a la gente a liberar la rabia.
Durante esa época, me pasaba buenos ratos golpeando cojines y chillando. Fue maravilloso. Me parecía tan fabuloso porque jamás, jamás había tenido permiso para hacer eso en toda mi vida. No sé muy bien qué método dio resultado; tal vez un poquito de cada uno. Por encima de todo fui verdaderamente consecuente con lo que hacía. Practicaba durante todas mis horas de vigilia. Antes de dormirme me daba las gracias por todo lo que había hecho durante el día. Hacía la afirmación de que mi proceso de curación se realizaba en mi cuerpo mientras dormía y que a la mañana siguiente despertaría sintiéndome bien, renovada y con nuevas energías. Cuando me despertaba por la mañana, agradecía a mi cuerpo el trabajo realizado durante la noche. Afirmaba que estaba dispuesta a crecer y aprender cada día y a hacer cambios sin considerarme una mala persona.
También trabajé para comprender y perdonar. Una de las formas de hacerlo fue averiguar todo lo posible sobre la infancia de mis padres. Empecé a comprender que en realidad no podrían haber hecho de manera diferente nada de lo que hicieron debido a la forma en que fueron criados. A mi padrastro lo maltrataron en su hogar, y él hizo lo mismo con sus hijos. Mi madre fue educada en la creencia de que el hombre siempre tiene razón y la mujer debe estar a su lado y dejar que haga lo que quiera. Nadie les enseñó una forma diferente de vivir. Ése era su estilo de vida. Paso a paso, mi creciente comprensión me capacitó para comenzar el proceso del perdón.
Cuanto más perdonaba a mis padres, más dispuesta me sentía a perdonarme a mí misma.
Perdonarnos a nosotros mismos es tremendamente importante. Muchos hacemos a nuestro niño interior el mismo daño que nos hicieron nuestros padres. Sencillamente continuamos maltratándolo, y eso es muy triste. Cuando éramos niños y otras personas nos maltrataban, no teníamos muchas opciones, pero es terrible que de mayores seamos nosotros quienes maltratemos a nuestro niño interior.
A medida que me perdonaba, comencé a confiar en mí misma. Descubrí que cuando no confiamos en la vida o en los demás, lo que en realidad pasa es que no confiamos en nosotros mismos. No confiamos en nuestro Yo Superior para que cuide de nosotros en todas las situaciones, y por eso decimos: «Nunca volveré a enamorarme porque no quiero sufrir», o «Nunca permitiré que esto vuelva a suceder». Lo que realmente estamos diciéndonos es: «No confío en ti lo suficiente para dejar que cuides de mí, de modo que me voy a mantener lejos de todo».
Finalmente comencé a confiar en mí misma lo suficiente para cuidar de mí, y entonces se me fue haciendo cada vez más fácil amarme. Mi cuerpo estaba sanando y mi corazón también. Mi crecimiento espiritual me llegó de esa manera tan inesperada. Como premio añadido, comencé a parecer más joven. Los clientes que atraía eran casi todos personas dispuestas a trabajar en ellos mismos. Progresaban enormemente casi sin que yo les dijera nada. Percibían y sentían que yo vivía los conceptos que enseñaba, y les resultaba fácil aceptar estas ideas. Entonces, por supuesto, conseguían buenos resultados. Comenzaron a mejorar la calidad de su vida. Una vez que empezamos a estar en paz con nosotros mismos interiormente, la vida parece transcurrir de modo mucho más agradable.
Así pues, ¿qué me enseñó a mí esta experiencia? Comprendí que tenía el poder de cambiar mi vida si estaba dispuesta a cambiar mis pensamientos y a dejar marchar los hábitos que me retenían en el pasado. Esta experiencia me aportó el conocimiento interior de que si realmente estamos dispuestos a trabajar, podemos hacer cambios increíbles en nuestra mente, en nuestro cuerpo y en nuestra vida.
Estés donde estés, suceda lo que suceda, hagas lo que hagas, siempre lo harás todo lo mejor que puedas con el entendimiento, el conocimiento y la información que tengas en cada momento. Y cuando sepas más, harás las cosas de otra manera, como hice yo. No te regañes por estar donde estás. No te culpes por no hacer algo más rápido o mejor. Di: «Lo hago lo mejor que puedo, y aunque ahora esté metido en un lío, de alguna forma saldré de él, de modo que a buscar la mejor manera de hacerlo». Si lo único que haces es decirte que eres un estúpido y que no vales nada, entonces te quedarás estancado. Para llevar a cabo los cambios que deseas hacer, necesitas tu propio y amoroso aliento.
Los métodos que yo empleo no son míos. La mayor parte de ellos los aprendí de la Ciencia de la Mente, que es lo que fundamentalmente enseño. Sin embargo, estos principios son tan viejos como el tiempo. En las antiguas enseñanzas espirituales, encontrarás los mismos mensajes. He recibido la preparación necesaria para ser ministro de la Iglesia de la Ciencia Religiosa; sin embargo, no tengo iglesia. Soy un espíritu libre. Doy mis enseñanzas en lenguaje muy sencillo para que lleguen a mucha gente. Esta senda es una manera maravillosa de organizar la cabeza y de comprender verdaderamente de qué va la vida, y cómo se puede usar la mente para responsabilizarse de la propia vida.
Louise L. Hay