“Lo que se dice en el Círculo no sale del Círculo. El
Círculo es un lugar seguro. Todas somos hermanas en el Círculo. No se juzga a
las hermanas en el Círculo. Todo es bendito en el Círculo”.
Este sencillo mantra, entonado por todas a la vez, traza el
Círculo y asienta la energía.
Aquí no hay hombres. Y no es que no les amemos. Todas
tenemos papás o hermanos o amantes o maridos o hijos. Pero aquí hemos venido a
vernos por nuestros propios ojos. Y por eso los hombres están fuera, porque el
Trabajo es nuestro y sólo nuestro.
Siempre digo que en el momento en que todo lo que sucede es
aceptado y bendecido, sin juzgarlo, nuestra vida comienza a cambiar.
El Círculo nos permite expresarnos tal y como somos. Cada
hermana con su propio ritmo, cada hermana con su derecho a limitar lo que desea
compartir y lo que no.
Al principio, suele haber miradas de desconfianza. No es de
extrañar, acostumbradas como estamos en este mundo guerrero a vernos como
competidoras, en lugar de como aliadas.
Hemos vivido, históricamente hablando, encerradas entre
fogones. Cada una de nosotras sola en su casa, en su cocina, en su familia.
Frágiles.
Pero esto no siempre fue así.
Aunque hay a quien le interesa hacernos creer que sí. Que es
natural que nuestro cuerpo se exponga y se venda como mercancía, cuando es
hermoso. Que es normal que nuestros hijos e hijas nazcan en un hospital frío y
estéril y que nuestra sagrada capacidad de dar a luz y amamantar sea
considerada patológica, en lugar de lo que es: un acto de amor, confianza y
valentía que realizamos las mujeres en todo el mundo. Sin esperar nada a
cambio.
Pero hubo un tiempo en que nuestro cuerpo era sagrado,
mujer. Nuestro sangrado mensual se acompasaba con el crecer y el decrecer de
las mareas y las cosechas. Por entonces nos reuníamos en círculos sagrados,
cuando la luna era oscura, cuando la sangre manaba de entre nuestras piernas. Y
aquellos eran días para tomar decisiones importantes, decisiones políticas y
religiosas sobre el Clan.
¿Verdad que aún puedes recordarlo? ¿Que aún puedes sentir
algo de ese poder, de esa magia, en la punta de tus dedos, cuando cocinas o
cuando pintas o cuando acaricias a tu bebé o cuando cierras una operación
financiera que ayudará a toda tu familia?
Aquí en el Círculo recuperamos esto. Poco a poco. Porque
nuestra mente ha olvidado. Pero nuestro cuerpo, nuestras células, el tuétano de
nuestros huesos, nuestros sueños y nuestras almas recuerdan bien.
Sólo que este Poder, esta Fuerza están ocultos bajo capas y
capas de miedo y de vergüenza, de desconfianza, de dolor.
Y así vamos, con paciencia, con miedo, con cariño,
desandando el Camino, pelando la cebolla, descubriendo nuestra esencia.
Así es que gracias a todas, Hermanas, por acompañarme en
esta aventura que decidí emprender hace ya dos años.
Gracias porque sin vosotras, tal vez ya me hubiera rendido.
Pero juntas pudimos. Y juntas podemos.
“Que la Sabiduría y el Poder del Círculo vayan con
nosotras. Y se expanda en infinitos Círculos”.
“Yo aliento a las mujeres a formar Círculos que tengan
un componente
espiritual. Simplemente escuchando los problemas, anhelos y miedos de
otras mujeres y contando los tuyos, adquieres fuerza. Cuando uno está
sentado en círculo y en silencio se da cuenta de que hay una conexión
espiritual con poder transformador. Yo pertenezco a uno desde hace 18
años: encendemos una vela, guardamos silencio, contamos lo que nos
preocupa, debatimos, y juntamos nuestras energías con un propósito”.
Más información: Anabel G. Numancia 661994670/ anabelgn@gmail.com
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