martes, 17 de mayo de 2011

La vergüenza tóxica


La vergüenza es una noción escurridiza. A partir de 1950 su estudio se ha sistematizado, separándola de su pariente cercano: la culpa. Pero no ha sido sino en fecha reciente que han empezado a aparecer tratados serios e importantes sobre la vergüenza.

Sigmund Freud, por ejemplo, enfocó su atención más en la culpa que en la vergüenza. Posteriormente, los antropólogos pensaron que la culpa era un sentimiento más profundo y sofisticado que la vergüenza, y asumieron que la desarrollada sociedad occidental no tenía o no necesitaba de la vergüenza.

La mejor explicación para la vaguedad del término, sin embargo, la podemos encontrar en la respuesta natural de las personas a las experiencias vergonzosas: encubrirlas y escapar de ellas. Lo último que desean las personas profundamente afectadas por la vergüenza es hablar acerca de este sentimiento.

>PERO, ¿QUÉ ES EXACTAMENTE LA VERGÜENZA? ES MÁS QUE UN SENTIMIENTO

La vergüenza es un grupo de respuestas físicas (bajar los ojos o sonrojarse) mezcladas con acciones predecibles (esconderse o alejarse de los demás), pensamientos desagradables ("soy un fracaso") y desesperación espiritual. En síntesis, vergüenza es la creencia dolorosa en una deficiencia básica en uno mismo como ser humano.

Tanto la vergüenza como la culpa, son emociones interpersonales porque ambas nos indican que hay algo mal entre nosotros y los demás. Sin embargo, existen grandes diferencias entre ambas: la vergüenza se refiere al fracaso de una persona para poder ser, mientras que la culpa apunta a una falla en el hacer. Las personas dominadas por la vergüenza creen que hay algo intrínsecamente malo en ellas como seres humanos, mientras que las que tienen sentimientos de culpa piensan que han hecho algo malo que debe castigarse. Otra diferencia importante es que las personas con sentimientos de vergüenza generalmente se preocupan por sus deficiencias, mientras que las que se sienten culpables se fijan en sus transgresiones. Por otro lado, la persona con vergüenza le teme al abandono, mientras que el culpable le teme al castigo. Es por este motivo que la vergüenza puede resultar más difícil de curar que la culpa porque tiene que ver con la persona más que con acciones específicas.

Pero hay buenas noticias: la persona con sentimientos de vergüenza se puede curar. Para ello, debe cambiar el concepto que tiene de sí misma, logrando así respetarse y sentir orgullo de quien es. El proceso resulta normalmente largo y algunas veces doloroso ya que nos obliga a contemplar en profundidad nuestras suposiciones básicas sobre nuestro lugar en el Universo.

>¿COMO IDENTIFICAR LA VERGÜENZA TÓXICA?

Observe los siguientes casos. Una mujer de treinta años ha consultado a tres psicólogos en los últimos cinco años. Su queja siempre ha sido la misma: "No importa ya lo que haga, no importa lo que lea o con quien hable, el caso es que siento que no valgo nada. No soy digna de ser amada. Soy una fracasada. Me odio."

Un hombre de mediana edad carece de identidad. Se esfuerza por complacer a todas las personas con las que trata. Usa tan bien una máscara agradable, que incluso ni él mismo sabe lo que pasaría si se despojara de ella. Cree que si los demás pudieran ver a través de su máscara, descubrirían que no vale nada y que es un ser repulsivo.

La vergüenza tóxica es devastadora. La persona atrapada en ella sufre de sentimientos constantes de devaluación, inadecuación y desesperación. Duda de su propio valor como ser humano. Se juzga a sí misma sin piedad, y, con frecuencia, trata de ser perfecta en un intento desesperado por librarse de la vergüenza.

¿Cómo es el proceso por el cual las personas se convierten en seres dominados por la vergüenza? La respuesta más honesta es que, hasta hoy, nadie conoce la respuesta.

Es cierto, muchas personas crecen en familias en las que las humillaciones, ataques personales, abuso sexual y amenazas de abandono son cosa de todos los días. Otros, como adultos, se encuentran atrapados en relaciones enfermizas de vergüenza con sus parejas o jefes y poco a poco van perdiendo su autoestima. Cualquiera que sea el origen histórico o inmediato de la vergüenza, las personas que están dominadas por ella han aprendido a humillarse a sí mismas repetidamente. Generalmente creen que los demás las desprecian. Sin embargo, la triste realidad es que se desprecian a sí mismas más de lo que pueda hacerlo cualquier otro.

La persona dominada por la vergüenza tóxica se ve a sí misma profunda y permanentemente dañada. Cree que su vergüenza es una condición irreversible e interminable y que su destino en la vida es sufrirla. En su mundo, sólo existen personas buenas o malas, verdades negras o blancas y certezas absolutas. Posiblemente, de vez en cuando, pelee por escapar. Sueña con alcanzar una vida digna y valiosa. Sin embargo, implacablemente, la vergüenza vuelve una y otra vez, demandando lealtad. Siempre van a encontrar algo criticable en su conducta, apariencia o personalidad. Son hipersensibles a la crítica por lo que se mantienen en guardia ante la posibilidad de una humillación. Como se han esforzado tanto para condenarse a sí mismas, esperan que los demás los juzguen. Sin embargo, inconscientemente, buscan rodearse de personas que obtienen su autovaloración atacando a los demás.

>POCAS PERSONAS SUFREN TODO EL DOLOR QUE HEMOS DESCRITO AQUÍ.

La mayoría, aun aquéllas con vergüenza excesiva, pueden tener períodos en los que experimentan el respeto a sí mismas y la dignidad. Pocas personas están tan profundamente afectadas por la vergüenza que en ningún momento pueden sentirse bien con ellas mismas. Sin embargo, existen muchas personas que responden al mundo desde una perspectiva basada en la vergüenza. Esto quiere decir que esperan ser avergonzadas, que buscan experiencias vergonzosas que confirmen sus expectativas además de que constantemente se avergüenzan a sí mismas con críticas excesivas. Viven en un mundo de vergüenza.

Para poder vivir en ese mundo de dolor, las personas que padecen de vergüenza tóxica desarrollan distintas estrategias de supervivencia. Es importante señalar que estas defensas contra la vergüenza pueden ayudar a la persona a manejar el odio a sí misma y el dolor, pero a la larga no curan la vergüenza.

El primer tipo de defensa es la negación. Los que viven en ella no se dan cuenta de su vergüenza. Se engañan a sí mismos creyendo que no la padecen cuando, de hecho, experimentarían mucha vergüenza si estuvieran plenamente conscientes de lo que les está sucediendo por dentro. Desean intensamente creer que son personas aceptables para sí mismas y para los demás, de este modo se ciegan a todo lo que podría avergonzarlas. Viven en un mundo de apariencias. Harán cualquier cosa para proteger su imagen de buena persona, aunque esto signifique ignorar la realidad.

Otra estrategia de supervivencia es el alejamiento. Las personas se alejan cuando la vergüenza las ha tocado, y el contacto personal con otros es tan doloroso que no pueden manejarlo. La huida es una reacción normal en situaciones en las que se han sentido expuestas y vulnerables. Las personas con vergüenza tóxica también se alejan de otras maneras. Quizá evadan los temas de conversación que las inquietan, o permanecen emocionalmente inaccesibles para los demás. Algunos practican el arte de la baja visibilidad; siempre están allí, pero invisibles. Un ejemplo de esto es la persona talentosa que se mantiene detrás del escenario porque tiene tanto miedo de exponerse que permite que otros se lleven el crédito por lo que ha hecho.

Cuando una persona con vergüenza tóxica no puede alejarse de una situación amenazante, la ira, otra de las estrategias de supervivencia, es la respuesta más probable. La persona iracunda lanza una advertencia: "¡No se acerquen! Se están acercando demasiado a mi vergüenza, y no permitiré que nadie vea esta parte de mí. Aléjense o atacaré”. Está desesperada por mantener a los demás lo suficientemente alejados para que no puedan destruirla.

La estrategia de la persona enojada para defenderse contra la aplastante vergüenza debilita su autoestima. Probablemente se sienta todavía más llena de defectos cuando se da cuenta de que otros temen acercarse. La ira interrumpe la conexión entre las personas y, de esta manera, aumenta la vergüenza. Las personas crónicamente enojadas quedan atrapadas en un mundo que ellas mismas se han fabricado. Existen otras formas de supervivencia para la vergüenza tóxica: el perfeccionismo, la arrogancia, el exhibicionismo... No importa detrás de cual conducta la persona se esconda, las consecuencias siempre tienen un alto costo y se presentan de distinta forma. La vergüenza tóxica lleva a la persona a vivir con el constante temor al abandono; no se cree suficientemente buena para ser querida. Por temor al abandono, intentará ser lo que otros quieren que sea, haciendo caso omiso de sus propias necesidades.

>EL RECHAZO, ABUSO Y SABOTAJE DE SÍ MISMO ES EL RESULTADO ACTIVO DE LA VERGÜENZA TÓXICA.

Es una amenaza al sentido básico del ser. Mientras más crónica sea la vergüenza es más probable que la persona que la padece se vea atraída por cualquier cosa que prometa aliviar el dolor y el vacío interior. Supone que la respuesta debe estar fuera de ella, en la "magia" del alcohol, drogas, movimientos religiosos místicos, productos de consumo, sexo, comida, trabajo, lo último en terapias, alguna novedad de moda, etcétera. Está tratando de llenar el vacío creado, al menos parcialmente, por la vergüenza. Simplemente no puede resistir el dolor o el sentimiento de vacío.

El primer paso para salir de esta espiral de dolor, está en reconocer cuáles de estas conductas nos son familiares. Una vez identificadas, es recomendable buscar terapia, algún grupo de apoyo con “Programas de Doce Pasos”. El psicodrama es también muy eficiente para detectar y limpiar esa corrosiva sombra negra que se adhiere a lo más profundo de nuestro ser obstaculizando silenciosamente nuestra esencia magnífica.


Fuente: Ligía de Pineda

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