El cuerpo "habla" y muchas veces "grita" a través de la enfermedad y del síntoma. Habla y grita porque el cuerpo es el único medio por el cual hay posibilidad de expresión, dado que a nivel consciente existen barreras que no posibilitan esa salida para una integración completa de mente cuerpo y emoción.
Darle voz a nuestro cuerpo, a nuestras partes internas no reconocidas es uno de los caminos para una verdadera unión con el "Ser" que somos y con nuestra "verdad". El conocimiento de uno mismo, el crecimiento personal, no puede dejar de lado al cuerpo que lo sostiene, que ha acumulado sensaciones, vivencias, sonidos, amor, recuerdos, conocimientos. Este cuerpo tiene su lenguaje. Aprenderlo implica sobre todo ejercitar "la escucha". Si escuchamos la parte de nuestro cuerpo que se queja, que duele, que no se encuentra sana, la distinguimos del resto para darle su espacio para hacerse oír. Esta parte distinguida, como puede ser un órgano no sano por ejemplo, revela una relación negativa con nosotros mismos y aspectos que nos son propios que no queremos reconocer.
Transcribiré partes del libro "Enfermedad, Síntoma y Carácter" de la Nana Schnake en el cual relata experiencias con pacientes que presentaban diversas patologías. Los ejemplos son muy reveladores de cómo se puede trabajar a nivel psicoterapeutico una enfermedad acompañando al tratamiento médico.
El primer paso es entender y vivenciar el verdadero mensaje de la enfermedad, y desde allí intentar que la persona se conecte con los aspectos negados o rechazados de sí misma.
En nuestra ignorancia u olvido de aspectos fundamentales de nuestro cuerpo, no es fácil de hablar de estos mecanismos inconscientes, inadvertidos, reprimidos o mantenidos fuera de nuestra consciencia para que no choquen con la realidad. Más aún cuando esas características de nuestros órganos de oponen a nuestra idealización.
La verdad es que es tan poco lo que sabemos de nosotros mismos, que no puede sorprendernos que dejemos fuera todos los aspectos que nos parecían inútiles o negativos. Y sin embargo, el organismo que somos necesita mantener en armonía una tan amplia y compleja variedad de elementos que no puede negarle presencia ni valor a ninguno.
Cuando facilitamos que la persona se ponga en contacto con un órgano, al que está culpando de la enfermedad o un síntoma, no nos conformamos con que corrija la información equivocada y suprima la pelea (aunque eso ya es un logro para la enfermedad misma): la colocamos en el lugar del órgano hasta que logre sentir y vivenciar la característica más esencial de ese órgano y la que más combate.
Por ejemplo, si una persona que habla con sus arterias, porque tiene hipertensión arterial, se describe como incapaz de "dejar pasar nada sin controlarlo", ya que es persona y son demasiado complejas sus funciones tampoco puede ser muy flexible, es frecuente que la primera vez que se ponga en el lugar de una arteria, a lo sumo pueda repetir las características de éstas, sin asumirlas con todo el cuerpo. Con un buen manejo del diálogo, el terapeuta puede facilitar que aún el más resistente de los pacientes, tendido en el lugar de una arteria y teniendo que repetir el discurso de ésta con verdadero compromiso -sin sentirse inferior o poca cosa por ser "solo" una arteria- llegue a sentirse absolutamente relajado y plácido mientras dice:
Nací para esto, para dejar pasar el impulsar la sangre tal como viene, no tengo que controlarla, ella sabe lo que trae y lo que entrega, y mi flexibilidad le permite avanzar, es tan cómodo tener el camino trazado.
En este momento, esa persona vivencia, quizás por primera vez desde su infancia, lo que es la tranquilidad y la confianza de dejar que algo pase sin necesidad de controlarlo, o lo que es sentir la flexibilidad.
Ese sentir es el inicio de que un verdadero cambio ocurra. El ser flexible es ahora una mandato organísmico, que puede protegerlo de un derrame cerebral, y no simplemente de un cambio caracterológico para complacer a quienes lo rodean.
Esto es algo absolutamente diferente de una mera comprensión intelectual, ya que no es fácil ser arteria cuando hemos desarrollado grandes aptitudes para retener y controlar todo, y sin ellas no podemos ser. Cuando la vivencia nos lleva claramente a una sensación, la asociación de recuerdos y situaciones se nos hace presente de un modo incontenible y es allí donde el terapeuta tiene que colaborar con el paciente para facilitar el resolver -en el Aquí y Ahora- situaciones inconclusas.
En general, podemos decir que los "Darse Cuenta" producidos se mantienen y se pueden llegar a producir cambios profundos, cuando las personas están fuertemente motivadas por la necesidad o urgencia de revertir la situación actual, que es por ejemplo, el caso de las mujeres que sienten que se acerca una edad crítica y que no han quedado embarazadas. En estos casos, el trabajo con el útero les muestra características que han rechazado violentamente y que no parecen dispuestas a revertir o a ver siquiera algo positivo en ellas. Al contactarse vivencialmente con su útero y ver las cualidades que él tiene para el papel que debe desempeñar, por lo menos dejan de pelear con esas características y luego de "algún" trabajo terapéutico con su madre o con quien sienten negativo y peyorativo del hecho de ser mujer, se producen cambios caracterológicos y, frecuentemente, lo que tanto ansiaban: embarazarse."
Fuente: Adriana Schnake. "Enfermedad, síntoma y carácter". ed. Cuatro Vientos.