Los vegetarianos tienden al pacifismo, los carnívoros pueden llegar a la
violencia. En Tibet los discípulos comían el cerebro y el corazón de su
maestro muerto para incorporarlo a sus almas.
Pero el estómago y los pulmones no son los exclusivos asimiladores de alimento:
el espíritu se nutre de sentimientos e ideas. Si te llenas de
sentimientos negativos, celos, envidias, rencores, posesividad, llenarás
al mundo de efluvios emocionales pestilentes, competencias crueles,
ocios mortales, guerras.
Lo mismo con las ideas: si
te repites sin cesar “no hay cosa que valga” creyendo que lo sublime es
una utopía odiosa, con tus bajas vibraciones mentales contribuyes a la
destrucción de tu sociedad y tu planeta… Estamos
por entero unidos a los otros: si inyectamos en nuestra sangre
sustancias nocivas, acortamos no sólo nuestra vida sino la de nuestros
semejantes.
“Cuando tú te auto destruyes, destruyes una
parte de mí. Cuando tú te auto destruyes eres un fragmento del planeta
que se destruye. Cuando tú te auto destruyes desprovees de tu aliento a
las plantas; y a tu muerte, envenenando el suelo, haces padecer al
mineral”.
Nuestra vida no es un tesoro individual, pertenece a la riqueza de la raza humana.
Nuestra sagrada tarea es descubrir y desarrollar lo sublime que anida
en nuestro cuerpo, alma y espíritu. Si me nutro de belleza colaboro a
transformar el mundo en un edén.
Alejandro Jodorowsky
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