El perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió.
Madre Teresa de Calcuta
Pero ¿qué es perdonar? ¿Es lo mismo que olvidar?
Olvidar se hace por interés o comodidad. Queremos estar libres de recuerdos molestos, por lo que intentamos olvidar hechos problemáticos. Olvidar es un método erróneo de conseguir paz de espíritu.
Cuando se hace bien, es como la amnesia. Cuando olvidamos el pasado, podemos interaccionar, en el presente con las personas o las cosas del pasado que han creado un problema.
Lo que ocurre es que, lo que olvidamos, no necesariamente desaparece. Si entierras algo en el patio trasero, lo único que consigues es que no se vea. Las cosas que olvidamos quedan enterradas bajo el consciente, pero viven bajo la superficie y se manifiestan en nuestros sentimientos y actividades.
Aparecen en los sueños y en los dibujos que hacemos y siguen formando parte de nuestras vidas, tanto si somos conscientes de ello como si no lo somos. Es mucho mejor acordarse de acontecimientos problemáticos, sentir los efectos de la memoria y resolver la cuestión de una forma que lleve a la curación auténtica. Esto sólo ocurre cuando perdonamos.
El perdón conlleva dar amor. Es una manera de decir:
-Voy a prescindir de tus malas acciones, no voy a amargarme y voy a seguir queriéndote de todos modos
En nuestras mentes se crean reglas acerca de cómo deberían comportarse los demás. Y cuando éstos quebrantan nuestras reglas, nos enemistamos con ellos, por más que sea absurdo.
Con frecuencia, creemos que castigamos a los demás negándonos a perdonarlos, es decir:
-¡No quiero perdonarte! ¡Sufre!
En realidad, somos nosotros los que sufrimos. Se nos hace un nudo en el estómago y perdemos el sueño. La próxima vez que te enfades con alguien, cierra los ojos y presta atención a tus propias sensaciones, al mensaje de tu cuerpo. Echar la culpa a otros hace que te encuentres fatal.
Muchas personas, ante la mera mención de alguien que odian, se enfurecen y comienzan a revivir un incidente feo o desgraciado; no se han desprendido del pasado. El resentimiento nos llena el alma de sentimientos desagradables que nos roban energía sin que nos demos cuenta de ello.
Soy perfectamente consciente de que no se trata de una tarea fácil, pero incluso si llegaras hasta el punto de ponerte en contacto con alguien para ofrecerle tu perdón, la liberación que conseguirías de estas influencias negativas bien merece los sentimientos contradictorios que puedas experimentar.
Las personas hacen lo que hacen sabiendo que lo hacen. No les importa si con eso resultan culpables a tus ojos. Eres tú quien echas a perder tu vida. Cuando la tormenta inunda tu sótano ¿se te ocurre decir «eso no se lo perdonaré jamás a la atmósfera»? Si un gorrión te deja un adorno en la cabeza, ¿le guardas rencor al gorrión? Entonces, ¿por qué guardamos resentimientos contra las personas?
No somos dueños de la conducta de los demás, como tampoco lo somos del comportamiento de la atmósfera o de los gorriones. El universo no funciona en términos de crimen y culpa. Los delitos y las culpas son normas que hemos inventado nosotros.
El odio y el resentimiento es la lupa peor usada, capaz de convertir a un enano en el monstruo más temible que te pudieras imaginar. Todo odio es un miedo disfrazado que usamos para tomar venganza y poder tener la razón, que alguien o algo injustamente nos arrebató.
Este miedo entonces, se convierte en energía activa de resentimiento, y cuando nuestra parte consciente lo rechaza porque no saber qué hacer con él, éste, atraviesa el puente hacia el cuerpo y se manifiesta en alguna área de nuestra salud. Todo esto lo hace para que lo veamos y nos deshagamos de esta energía inadecuada en nosotros.
Nuestra salud mental está en proporción directa con nuestra capacidad para perdonar y olvidar las ofensas que nos hayan infligido. La incapacidad de perdonar se halla en la base de la culpabilidad, el resentimiento y de la mayoría de los otros sentimientos negativos.
Debes perdonar sinceramente a todos los que alguna vez te hayan hecho una faena, debes dejar «pasar» el asunto y alejarte de la cólera y de los sentimientos de venganza, debes negarte a seguir pagando una y otra vez la misma desafortunada experiencia.
Debes aplicar todas tus fuerzas a vivir una vida llena de alicientes, a tener un buen carácter y a convertirte en una persona destacada que está por encima de cualquier sentimiento negativo que pudieras abrigar todavía hacia cualquier persona.
Para liberarte de tus sentimientos negativos de culpabilidad, inferioridad, inadaptación, servidumbre, rencor y enojo, debes perdonar en primer lugar a tus padres. Vivan o no, tienes que proponerte hoy mismo perdonarlos de verdad por todas las cosas que te hicieron y con las que te hirieron en lo más hondo de tu ser.
Debes perdonarlos por todas las injusticias y por todos los actos de maldad o crueldad que tuvieron contigo. Debes olvidar las heridas de tu niñez y pasarlas por alto aceptando que tus padres actuaron de la mejor forma que sabían y con lo que tenían en esos momentos.
Casi todo el mundo está molesto o enfadado por algo que uno o ambos de sus padres les hicieron cuando eran niños. Muchas personas de cuarenta y cincuenta años se encuentran en un estado de angustia emocional porque todavía no han perdonado a sus padres. Toda una vida de resentimiento es pagar un precio terrible por algo sobre lo que de todos modos no podría haberse hecho nada.
Cuando se insiste en no perdonar, es como si se hubiera detenido el tiempo en un momento muy desagradable de ira sorda, de sufrimiento, angustia, dolor y sed de venganza. Esta sensación es muy dañina para la salud física, mental y espiritual.
Cuando se habla de perdón y de rectificar tu vida, el primer paso es perdonar a tus padres. Por descontado que no han sido perfectos. Pero cuando tú eras una criatura, papá y mamá no disponían de tantos manuales de psicología popular como existen hoy acerca de cómo «ser padres», y además tenían otras muchas preocupaciones, aparte de criarte a ti.
Si lo hicieron mejor o peor, eso será cuenta de ellos. Cada día que pasas negando el perdón a tus padres es un voto negativo con el que te condenas tú.
En muchos casos, tus padres ni siquiera se acuerdan de lo que hicieron para que tú estés aún molesto con ellos. Por regla general no guardan ni el más mínimo recuerdo del asunto.
Si les dices por qué estás todavía resentido, lo más probable es que se muestren sorprendidos ya que ni siquiera recordarán el incidente. Vacía tu corazón de todo el odio y permite que el amor ocupe su lugar; el perdón es signo de grandeza y existen varias formas distintas para que puedas perdonar a tus padres.
La más importante consiste en perdonarlos de corazón; cada vez que recuerdes la nefasta experiencia, cada vez que pienses sobre las cosas que te hicieron y que te dolieron, utiliza la ley de sustitución y reemplaza el pensamiento diciendo varias veces: «Le (la) perdono a pesar de todo».
Si continúas perdonándolos cada vez que recuerdes el incidente, no pasará mucho tiempo antes de que evoques la experiencia sin negatividad y emoción alguna. Y llegarás incluso a olvidarla. Serás libre.
Otra forma para el caso de que la persona en cuestión ya no esté viva, o si no deseas enfrentarte a ella, usa la técnica de la silla. Imagina que ésa persona está sentada en una silla delante de ti o a tu lado. Háblale. Expresa tus sentimientos. Desinhíbete. Di lo primero que te pase por la cabeza.
Entonces despréndete de tu resentimiento y siente el perdón en su lugar. Puede que hasta quieras abrazar o estrechar la mano de esa persona.
Si hablar con una silla vacía te resulta demasiado estrafalario, otra manera es escribirles una carta, lo detallada que desees. Cuando la escribas, pon lo primero que se te ocurra. Deja que tus pensamientos vayan a la deriva. Expresa todos tus sentimientos importantes y perdónalos por todas las equivocaciones que cometieron contigo.
Muchos padres con baja autoestima y, por tanto, no lo suficientemente fuertes para admitir sus yerros, esperan que algún día sus hijos les perdonen por los fallos que tuvieron en su crianza.
Igualmente, otra forma de perdonar a tus padres es sencillamente ir a verlos personalmente o telefonearlos. Se sientan con sus padres y discuten lo que hicieron y por qué continúan todavía dolidos, aprovechan la ocasión para decirles a sus padres que les perdonan todos los errores que hayan cometido durante su crianza y que les quieren. Perdonándolos los liberas y te liberas tú también.
Perdonar es liberarse de vivir anclado en un momento amargo. Cuando se perdona una ofensa, hay un mecanismo que libera el olvido de esa situación. Así, la persona queda liberada de un recuerdo amargo y eso le causa una sensación de liberación. Cuando perdonas, sales ganando; con el perdón nunca pierdes.
En cuanto te olvides de lo que te hicieron estas personas, experimentarás una sensación de alivio y júbilo y tu vida comenzará a abrirse ante ti en senderos prometedores.
Dado que tu mundo exterior refleja con toda fidelidad tu mundo interno, dado que atraes a aquellas gentes y circunstancias que concuerdan con tus pensamientos dominantes y dado que te conviertes en lo que piensas, tu capacidad de perdón es una cualidad indispensable que tienes que desarrollar mediante la práctica si de verdad quieres ser feliz, tener salud y ser enteramente libre.
¿Tiene algún sentido cargar, por años, con un peso y una energía inconveniente, cuando la otra persona o cosa, ni siquiera se percata de ello? Por eso, en su estructura, la palabra perdón, se define como: per=máximo y don=regalo. El máximo regalo.
Sólo cuando perdonas completamente a tus padres funcionas plenamente como adulto. Hasta entonces, sigues llevando un niño en tu interior. Todavía dependes de ellos emocionalmente.
Tienes que olvidarte de las experiencias desgraciadas de tu infancia para poder tener una relación madura con tu padre y con tu madre. Para mucha gente los mejores años de su vida con sus padres empiezan el día en que los perdonan y arrumban todos los negativismos asociados a su época de crecimiento.
Olvidar se hace por interés o comodidad. Queremos estar libres de recuerdos molestos, por lo que intentamos olvidar hechos problemáticos. Olvidar es un método erróneo de conseguir paz de espíritu.
Cuando se hace bien, es como la amnesia. Cuando olvidamos el pasado, podemos interaccionar, en el presente con las personas o las cosas del pasado que han creado un problema.
Lo que ocurre es que, lo que olvidamos, no necesariamente desaparece. Si entierras algo en el patio trasero, lo único que consigues es que no se vea. Las cosas que olvidamos quedan enterradas bajo el consciente, pero viven bajo la superficie y se manifiestan en nuestros sentimientos y actividades.
Aparecen en los sueños y en los dibujos que hacemos y siguen formando parte de nuestras vidas, tanto si somos conscientes de ello como si no lo somos. Es mucho mejor acordarse de acontecimientos problemáticos, sentir los efectos de la memoria y resolver la cuestión de una forma que lleve a la curación auténtica. Esto sólo ocurre cuando perdonamos.
El perdón conlleva dar amor. Es una manera de decir:
-Voy a prescindir de tus malas acciones, no voy a amargarme y voy a seguir queriéndote de todos modos
En nuestras mentes se crean reglas acerca de cómo deberían comportarse los demás. Y cuando éstos quebrantan nuestras reglas, nos enemistamos con ellos, por más que sea absurdo.
Con frecuencia, creemos que castigamos a los demás negándonos a perdonarlos, es decir:
-¡No quiero perdonarte! ¡Sufre!
En realidad, somos nosotros los que sufrimos. Se nos hace un nudo en el estómago y perdemos el sueño. La próxima vez que te enfades con alguien, cierra los ojos y presta atención a tus propias sensaciones, al mensaje de tu cuerpo. Echar la culpa a otros hace que te encuentres fatal.
Muchas personas, ante la mera mención de alguien que odian, se enfurecen y comienzan a revivir un incidente feo o desgraciado; no se han desprendido del pasado. El resentimiento nos llena el alma de sentimientos desagradables que nos roban energía sin que nos demos cuenta de ello.
Soy perfectamente consciente de que no se trata de una tarea fácil, pero incluso si llegaras hasta el punto de ponerte en contacto con alguien para ofrecerle tu perdón, la liberación que conseguirías de estas influencias negativas bien merece los sentimientos contradictorios que puedas experimentar.
Las personas hacen lo que hacen sabiendo que lo hacen. No les importa si con eso resultan culpables a tus ojos. Eres tú quien echas a perder tu vida. Cuando la tormenta inunda tu sótano ¿se te ocurre decir «eso no se lo perdonaré jamás a la atmósfera»? Si un gorrión te deja un adorno en la cabeza, ¿le guardas rencor al gorrión? Entonces, ¿por qué guardamos resentimientos contra las personas?
No somos dueños de la conducta de los demás, como tampoco lo somos del comportamiento de la atmósfera o de los gorriones. El universo no funciona en términos de crimen y culpa. Los delitos y las culpas son normas que hemos inventado nosotros.
El odio y el resentimiento es la lupa peor usada, capaz de convertir a un enano en el monstruo más temible que te pudieras imaginar. Todo odio es un miedo disfrazado que usamos para tomar venganza y poder tener la razón, que alguien o algo injustamente nos arrebató.
Este miedo entonces, se convierte en energía activa de resentimiento, y cuando nuestra parte consciente lo rechaza porque no saber qué hacer con él, éste, atraviesa el puente hacia el cuerpo y se manifiesta en alguna área de nuestra salud. Todo esto lo hace para que lo veamos y nos deshagamos de esta energía inadecuada en nosotros.
Nuestra salud mental está en proporción directa con nuestra capacidad para perdonar y olvidar las ofensas que nos hayan infligido. La incapacidad de perdonar se halla en la base de la culpabilidad, el resentimiento y de la mayoría de los otros sentimientos negativos.
Debes perdonar sinceramente a todos los que alguna vez te hayan hecho una faena, debes dejar «pasar» el asunto y alejarte de la cólera y de los sentimientos de venganza, debes negarte a seguir pagando una y otra vez la misma desafortunada experiencia.
Debes aplicar todas tus fuerzas a vivir una vida llena de alicientes, a tener un buen carácter y a convertirte en una persona destacada que está por encima de cualquier sentimiento negativo que pudieras abrigar todavía hacia cualquier persona.
Para liberarte de tus sentimientos negativos de culpabilidad, inferioridad, inadaptación, servidumbre, rencor y enojo, debes perdonar en primer lugar a tus padres. Vivan o no, tienes que proponerte hoy mismo perdonarlos de verdad por todas las cosas que te hicieron y con las que te hirieron en lo más hondo de tu ser.
Debes perdonarlos por todas las injusticias y por todos los actos de maldad o crueldad que tuvieron contigo. Debes olvidar las heridas de tu niñez y pasarlas por alto aceptando que tus padres actuaron de la mejor forma que sabían y con lo que tenían en esos momentos.
Casi todo el mundo está molesto o enfadado por algo que uno o ambos de sus padres les hicieron cuando eran niños. Muchas personas de cuarenta y cincuenta años se encuentran en un estado de angustia emocional porque todavía no han perdonado a sus padres. Toda una vida de resentimiento es pagar un precio terrible por algo sobre lo que de todos modos no podría haberse hecho nada.
Cuando se insiste en no perdonar, es como si se hubiera detenido el tiempo en un momento muy desagradable de ira sorda, de sufrimiento, angustia, dolor y sed de venganza. Esta sensación es muy dañina para la salud física, mental y espiritual.
Cuando se habla de perdón y de rectificar tu vida, el primer paso es perdonar a tus padres. Por descontado que no han sido perfectos. Pero cuando tú eras una criatura, papá y mamá no disponían de tantos manuales de psicología popular como existen hoy acerca de cómo «ser padres», y además tenían otras muchas preocupaciones, aparte de criarte a ti.
Si lo hicieron mejor o peor, eso será cuenta de ellos. Cada día que pasas negando el perdón a tus padres es un voto negativo con el que te condenas tú.
En muchos casos, tus padres ni siquiera se acuerdan de lo que hicieron para que tú estés aún molesto con ellos. Por regla general no guardan ni el más mínimo recuerdo del asunto.
Si les dices por qué estás todavía resentido, lo más probable es que se muestren sorprendidos ya que ni siquiera recordarán el incidente. Vacía tu corazón de todo el odio y permite que el amor ocupe su lugar; el perdón es signo de grandeza y existen varias formas distintas para que puedas perdonar a tus padres.
La más importante consiste en perdonarlos de corazón; cada vez que recuerdes la nefasta experiencia, cada vez que pienses sobre las cosas que te hicieron y que te dolieron, utiliza la ley de sustitución y reemplaza el pensamiento diciendo varias veces: «Le (la) perdono a pesar de todo».
Si continúas perdonándolos cada vez que recuerdes el incidente, no pasará mucho tiempo antes de que evoques la experiencia sin negatividad y emoción alguna. Y llegarás incluso a olvidarla. Serás libre.
Otra forma para el caso de que la persona en cuestión ya no esté viva, o si no deseas enfrentarte a ella, usa la técnica de la silla. Imagina que ésa persona está sentada en una silla delante de ti o a tu lado. Háblale. Expresa tus sentimientos. Desinhíbete. Di lo primero que te pase por la cabeza.
Entonces despréndete de tu resentimiento y siente el perdón en su lugar. Puede que hasta quieras abrazar o estrechar la mano de esa persona.
Si hablar con una silla vacía te resulta demasiado estrafalario, otra manera es escribirles una carta, lo detallada que desees. Cuando la escribas, pon lo primero que se te ocurra. Deja que tus pensamientos vayan a la deriva. Expresa todos tus sentimientos importantes y perdónalos por todas las equivocaciones que cometieron contigo.
Muchos padres con baja autoestima y, por tanto, no lo suficientemente fuertes para admitir sus yerros, esperan que algún día sus hijos les perdonen por los fallos que tuvieron en su crianza.
Igualmente, otra forma de perdonar a tus padres es sencillamente ir a verlos personalmente o telefonearlos. Se sientan con sus padres y discuten lo que hicieron y por qué continúan todavía dolidos, aprovechan la ocasión para decirles a sus padres que les perdonan todos los errores que hayan cometido durante su crianza y que les quieren. Perdonándolos los liberas y te liberas tú también.
Perdonar es liberarse de vivir anclado en un momento amargo. Cuando se perdona una ofensa, hay un mecanismo que libera el olvido de esa situación. Así, la persona queda liberada de un recuerdo amargo y eso le causa una sensación de liberación. Cuando perdonas, sales ganando; con el perdón nunca pierdes.
En cuanto te olvides de lo que te hicieron estas personas, experimentarás una sensación de alivio y júbilo y tu vida comenzará a abrirse ante ti en senderos prometedores.
Dado que tu mundo exterior refleja con toda fidelidad tu mundo interno, dado que atraes a aquellas gentes y circunstancias que concuerdan con tus pensamientos dominantes y dado que te conviertes en lo que piensas, tu capacidad de perdón es una cualidad indispensable que tienes que desarrollar mediante la práctica si de verdad quieres ser feliz, tener salud y ser enteramente libre.
¿Tiene algún sentido cargar, por años, con un peso y una energía inconveniente, cuando la otra persona o cosa, ni siquiera se percata de ello? Por eso, en su estructura, la palabra perdón, se define como: per=máximo y don=regalo. El máximo regalo.
Sólo cuando perdonas completamente a tus padres funcionas plenamente como adulto. Hasta entonces, sigues llevando un niño en tu interior. Todavía dependes de ellos emocionalmente.
Tienes que olvidarte de las experiencias desgraciadas de tu infancia para poder tener una relación madura con tu padre y con tu madre. Para mucha gente los mejores años de su vida con sus padres empiezan el día en que los perdonan y arrumban todos los negativismos asociados a su época de crecimiento.
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